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Un reciente y muy interesante estudio del Banco Mundial, ofrece para nuestra reflexión la paradoja que da título a esta colaboración: mayoría discriminada.
Este estudio reveló que en pleno año 2015:

· Al menos en 100 países las mujeres, por el sólo hecho de serlo, tienen prohibido realizar ciertos trabajos remunerados, como conducir automóviles y desde luego todo tipo de transportes públicos.
· En más de 150 países existen leyes vigentes que contienen disposiciones prohibitivas o segregacionistas en contra de las mujeres, por ejemplo, aquellas que les impiden realizar operaciones comerciales, atender o poseer un negocio propio o desempeñar un trabajo de oficina sin contar con el previo permiso de sus maridos, padres o hermanos, según sea el caso.
· Por contraste, sólo en 15 países de todo el mundo es posible advertir la ausencia de legislaciones discriminatorias en contra de las mujeres.
· En más de 60 países no existen leyes que sancionen la violencia intrafamiliar, ni el acoso sexual en el trabajo.
· En más de 100 países el acceso de las mujeres a la educación elemental y a la formación universitaria está restringida o de plano prohibida.

Desde luego, la relevancia de los datos que aporta el Banco Mundial en su estudio trasciende el asunto de la mal llamada equidad de género. La ecuación es muy sencilla; si como también nos dice el Banco Mundial poco más del 52% de la población mundial está formado por mujeres, es obvio comprender el enorme costo económico y social de la discriminación contra la mujer en términos de pobreza. Es evidente que en primer lugar los males asociados a la miseria; carencias en términos de salud, alimentación, educación y vivienda recaen precisamente en las niñas y las mujeres en general.
En países de Asia y África donde la discriminación en contra de las mujeres es más evidente, se estima que las pérdidas en el ingreso son cercanas al 35% de la riqueza que son capaces de generar, es decir, el vínculo entre pobreza y discriminación femenina está obligando a los líderes y gobernantes a mirar con seriedad el costo social de mantener prácticas y tradiciones gravemente injustas y contrarias a la dignidad humana de las mujeres.
A nivel mundial, la reflexión en torno a la discriminación contra las mujeres es un asunto que se viene tratando con seriedad desde la década de 1990. Desde luego, en algunas naciones se registran avances, de manera que la pertinencia de insistir sobre el asunto, debe motivar acciones afirmativas para superar los prejuicios masculinos que todavía ahora siguen siendo fuertes, reales y vigentes. Pensemos, por ejemplo, que hace 30 años la mayoría de los países no contaba con legislación específica respecto a la violencia contra las mujeres, actualmente cerca de 130 países ya cuentan con mecanismos jurídicos para protegerlas, de modo que el mundo, quizás más lentamente de lo que es deseable, está tomando conciencia del costo humano y económico que supone ignorar el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia.
Sin lugar a dudas existe una brecha entre la legislación y el cumplimiento de sus disposiciones, y desde luego romper con tradiciones y costumbres discriminatorias en contra de las mujeres es un asunto que seguirá tomando tiempo porque se trata de cambios culturales y generacionales. Pero hoy en día es de festejar la existencia de leyes específicas que atienden estos graves problemas sociales, precisamente porque se fortalece el Estado de Derecho y se envía un claro mensaje social respecto de que ciertas conductas violentas en contra de las mujeres ya no serán permitidas.
Avanzar decididamente hacia un diseño mundial incluyente, que valore la dignidad y los grandes aportes femeninos, desde luego es el reto y el camino correcto para los próximos años. Dada la abrumadora evidencia económica y científica que existe, hoy no se puede ignorar que la pobreza y la discriminación en contra de las mujeres están asociadas. Romper ese flagelo, ese círculo vicioso de injusticia e indignidad es labor, en primer lugar, de los gobernantes, de los educadores y de quienes aspiramos a un mundo mejor, más humano y solidario.
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