Editoriales
SIN MIEDO A LA VIDA
Óscar Fernández
Verdad 4
“La filosofía realista nos dice que la verdad consiste en la adecuación de la inteligencia con la realidad, de manera que una persona está en la verdad cuando conoce las cosas como son. Y el sentido común reconoce tres principios, por demás evidentes: que la capacidad de la inteligencia humana es limitada; que la realidad es compleja; y que la verdad está en las cosas antes que en el pensamiento. Cuando se traicionan estos principios, se incurre en el dogmatismo”[1].
Querer encontrar la verdad es el punto de partida para ser realista, en su doble dimensión, teórica y práctica: conocerla para vivirla. Se trata de un amor desinteresado; consiste en no pervertir la realidad con intereses pragmáticos; además de sin cosificar a las personas; con apertura a aprenderla, lo cual conduce a ser flexible, que no significa incertidumbre ni falta de firmeza; con capacidad de admiración lo que favorece la comprensión; con humildad intelectual pues sabe que la verdad se encuentra en la realidad; con capacidad de rectificación cuando se da cuenta de que se ha equivocado. La sinceridad juega un papel decisivo en el proceso de aproximarse a la realidad y permanecer en ella, pero aún requerirá de coherencia y de valentía para vivirla[2].
“Suele ocurrir que cuando alguien ha triunfado en algún campo de la vida, por ejemplo en el mundo del arte, se considere con derecho a hablar de cualquier tema con autoridad aunque se trate de asuntos que nada tengan que ver con su especialidad. (…) Dialogar significa cambiar impresiones, escuchar y comunicar ideas, con el objeto de profundizar en el asunto (…) En el conocimiento de otras personas, el dogmático proyecta su reduccionismo y su superficialidad mediante clasificaciones simplistas: buenos o malos, inteligentes o tontos, trabajadores o perezosos, eficaces o ineficaces, progresistas o conservadores, de izquierda o de derecha”[3].
“Entre el relativismo y el dogmatismo, dos posturas extremas y dos modos opuestos de concebir la verdad, se sitúa el realismo (…) Su actitud contrasta con la del relativista, porque está convencida de que la verdad es objetiva y universal, es decir, válida en sí misma e independiente de las apreciaciones subjetivas y personales; y contrasta también con la actitud del dogmático, porque reconoce que el conocimiento de la verdad no es tarea fácil, sino que supone un proceso paulatino de aproximación, con diversos niveles de certeza, según la verdad de que se trate”[4].
“El proceso para conocer las cosas exige tiempo y esfuerzo (…) Pero esto no equivale a incurrir en el escepticismo ni en el relativismo, posturas que consideran imposible el conocimiento de una verdad objetiva y universal. Lo que significa es que, si bien es posible conocer con objetividad muchas realidades o aspectos de la realidad, no lo es en todos los casos, porque para ello haría falta una capacidad intelectual paralela al contenido de la realidad, lo cual sólo es posible en Dios, Ser Absoluto. Por ejemplo, podemos conocer con plena objetividad y certeza que la luna existe, que dos más dos son cuatro, que el hombre es un ser corpóreo y a la vez espiritual, que matar a un inocente es un acto inmoral, etc. En cambio, nuestro conocimiento sobre el origen del universo, sobre la situación política actual del país (…) escapa a la precisión que nos gustaría tener”[5].
Es posible citar un gran elenco de verdades que contrastan con la afirmación de que “no es posible tener una verdad absoluta”, entendida como “verdad objetiva y universal”, por ejemplo las siguientes: 1 = 1, 2=2, 3=3…; 1 es menor que 2, 2 es menor que 3…; 1 no es igual a 2, 2 no es igual a 3…; el todo es mayor que la parte; es imposible un círculo cuadrado; el mundo se divide en dos: perros y no perros, incluso en: duendes y no duendes; pero no únicamente en cuestiones lógicas es posible afirmar verdades objetivas y universales, también en cuestiones éticas, por ejemplo: “Haz el bien y evita el mal”, “No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”.
Hay quienes indican que no hemos de tratar de convencer a los demás de nuestras verdades, pues no son verdades absolutas, sino relativas. Soy de la opinión que una afirmación así carece de reflexión, pues continuamente intentamos dar criterios válidos para educar a los hijos, en el trabajo ante el superior, ante un cliente, respecto de los posibles consumidores, ante la esposa, los amigos, los socios, etc. Incluso queremos ser convencidos con verdades objetivas y universales, y aprenderlas, por ejemplo, al estudiar una carrera profesional, o simplemente con la lectura de un libro.
[1] UGARTE C., Francisco, El hombre actual en busca de la realidad, Ed. Panorama, 2ª reimpresión México, 1998, pp. 51 a 53
[2] Cfr. UGARTE C., Francisco, El hombre actual en busca de la realidad, Ed. Panorama, 2ª reimpresión México, 1998, pp. 80 a 85
[3] UGARTE C., Francisco, El hombre actual en busca de la realidad, Ed. Panorama, 2ª reimpresión México, 1998, pp. 56 a 62
[4] UGARTE C., Francisco, El hombre actual en busca de la realidad, Ed. Panorama, 2ª reimpresión México, 1998, p. 73
[5] UGARTE C., Francisco, El hombre actual en busca de la realidad, Ed. Panorama, 2ª reimpresión México, 1998, pp. 76 y 77