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RAZONAMIENTO JUDICIAL

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El tránsito de las mujeres, de la equidad a la igualdad
Dra. María del Carmen Platas Pacheco

En este mes de octubre se ha celebrado el sesenta aniversario del voto femenino en México, han tenido lugar los obligados actos conmemorativos y foros públicos, una vez más oradores y políticos han recurrido a los lugares comunes de las luchas de las mujeres por sus libertades, reconociendo que precisamente los varones sistemáticamente se han opuesto al desarrollo y ejercicio de los derechos de las mujeres, haciendo de ese abuso una forma de vida en un país donde, de acuerdo con el INEGI la población femenina representa poco más del 51% de los mexicanos, sin embargo, las carencias de educación, salud, ingreso y vivienda se concentran en este segmento.
El 17 de octubre de 1953, el entonces Presidente Adolfo Ruíz Cortines, finalmente promulgó el Decreto que concedió el derecho de voto a las mujeres, quedando reconocidas con la plenitud de derechos propios de todo ciudadano; cabe señalar que antes de esta reforma las mujeres no eran consideradas, el texto original del artículo 34 de la Constitución de 1917 no las menciona, de hecho ninguna mujer participó en la redacción de nuestra Carta Magna.
Las primeras participaciones de la mujer mexicana en procesos electorales se registran allá por los años de 1922 en Yucatán, y 1924 en San Luis Potosí, se trató de casos aislados que no prosperaron, aunque se les imponían condiciones de mayor dificultad que a los hombres, por ejemplo, el hecho de saber leer y escribir, que, desde luego, no se les exigía a los candidatos varones a legisladores.
En aquellos años de inicio de la lucha de las mujeres, cabe destacar el coraje y la visión de doña Elvia Carrillo Puerto, hermana del gobernador de Yucatán Felipe Carrillo Puerto, en 1922 Elvia resultó electa para el Congreso de Yucatán, pero tuvo que huir ante las amenazas de muerte, años después también participó en las elecciones de San Luis Potosí y habiendo obtenido el triunfo no llegó a ocupar el cargo por las presiones sociales y políticas que sufrió, de manera que, el Poder Legislativo y los políticos en su conjunto están en deuda con esta mexicana, legisladora ejemplar y casi desconocida.
Muy bien que el Congreso de la Unión, y concretamente la Cámara de Senadores reconozca y honre la memoria del médico y legislador Belisario Domínguez Palencia, pero en México también hay otras historias, que al ser protagonizadas por mujeres ocupan frecuentemente un modesto y tangencial segundo lugar, casi desapercibido.
Es tiempo ya de pensar y actuar diferente. Es hora de transitar de la mal llamada equidad de género a la igualdad en el tratamiento de los derechos de las mujeres mexicanas, y en ese proceso es urgente difundir y dignificar las historias femeninas, también ellas nos dieron patria, aun cuando nuestro calendario cívico, lo mismo que las plazas, monumentos y calles en todas las ciudades de nuestro país, omitan o ignoren la presencia y las obras de tantas y valiosas mujeres mexicanas, más allá del lastimero y comercial discurso del 10 de mayo, con el consabido recuento del sacrificio extenuante de las madres abnegadas, sufridoras de alto rendimiento.
Bien por las iniciativas de ley que pretenden tratar con “igualdad” a las mujeres para acceder a cargos públicos; el problema de una medida como ésa es que en los hechos, las mujeres arrastran una muy grave e histórica desigualdad y rezago en todos los rubros del desarrollo nacional, y remontar por decreto esa situación o pretender que no existe, obviamente hará imposible el acceso que se ofrece. En ningún estudio sociológico, cantidad es sinónimo de calidad; primero debe trabajarse en el desarrollo integral de las mujeres para que ejerzan con conocimiento y seguridad las tareas y funciones que en justicia les corresponden, y después, naturalmente ocuparán y ejercerán las responsabilidades y los derechos que hasta hoy son conculcados por los padres de familia, los esposos y los jefes, por lo general varones que poseen una doble medida, favorable a ellos, es ésa la real equidad de género, y más exigentes y restrictivos cuando se trata de reconocer el talento, el acceso y el derecho de las mujeres.
Elvia Carrillo Puerto nació en Motul, Yucatán, en 1878 y murió anciana en la ciudad de México en 1967. Dedicó su vida a lograr el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres; durante su infancia fue influenciada por la maestra yucateca y forjadora de las primeras legisladoras mexicanas, doña Rita Cetina, esta maestra rural se atrevió a cuestionar la así llamada “educación tradicional de las niñas”, ésa que consistía en enseñarles labores domésticas; cocinar, bordar y limpiar, etc.
La maestra Rita Cetina cambió esas enseñanzas por la gramática, aritmética, historia y geografía que aprendían los niños; desde luego, amplios sectores de la sociedad yucateca fueron hostiles a esas innovaciones educativas, y la maestra Rita sufrió persecuciones y amenazas; sin embargo, logró sembrar en Elvia Carrillo, Beatriz Peniche y Raquel Dzib los ideales de justicia e igualdad de derechos para las mujeres, al paso de los años estas tres exalumnas de la maestra Cetina serían las primeras diputadas del Congreso de Yucatán.
Elvia perteneció a una familia muy numerosa, desde niña sintió gran afinidad por su hermano Felipe, en sus paseos infantiles por los caminos y las haciendas, ambos se hicieron una cercana idea del dolor y explotación de las campesinas en los cultivos de henequén y en la precariedad de sus viviendas, consumiéndose en la ignorancia y la miseria; allí nacieron los ideales de lucha social de Elvia y Felipe. Como se sabe, Felipe Carrillo Puerto llegó a ser gobernador de Yucatán, 1922-1924, siendo arteramente asesinado, junto con tres de sus hermanos por órdenes de Adolfo de la Huerta, que obedecía al General Álvaro Obregón. Elvia tuvo que huir y continuó su lucha siempre a favor de las mujeres, padeció hambre y persecuciones, pero no claudicó en sus ideales, que vería parcialmente concretados con el Decreto del Presidente Ruíz Cortines en 1953. Cada 7 de marzo se le recuerda con ocasión del “día de la mujer”, pero en realidad su lucha fue por la igualdad de derechos de las mujeres, iniciando por el derecho de vot.
Algunos datos de nuestra situación nacional actual, son elocuentes respecto del retórico discurso de la equidad de género, en clave masculina; por ejemplo de los 500 legisladores que conforman la Cámara de Diputados solo el 37% son mujeres, es decir, 187 diputadas; y de los 128 senadores, 44 son mujeres, esto es el 34%. De 18 Secretarías del Ejecutivo Federal, solo 3 son encabezadas por mujeres, y de 51 subsecretarías, 10 son dirigidas por mujeres, es decir el 20%. De los 11 ministros que conforman la Suprema Corte de Justicia de la Nación, solo 2 son mujeres, y de los 6 consejeros integrantes del Consejo de la Judicatura Federal, ninguna mujer. En los 32 estados del país, ninguna mujer es gobernadora y de las 2,456 presidencias municipales, solo 169 son encabezadas por mujeres, es decir, el 7%, y lo mismo sucede con la lista de los 100 empresarios más importantes de México, solo figuran 2 mujeres, es decir el 2%.
En este mes de octubre, a 60 años de aquel histórico decreto, y a 57 de la muerte de Elvia Carrillo Puerto, seguimos bordando el discurso de la equidad de género desde la retórica masculina, que concede de vez en cuando magras conquistas a las luchas femeninas. México no puede esperar, requiere que sus mujeres avancen por derecho propio a otro ritmo.
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