Editoriales

RAZONAMIENTO JUDICIAL

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Por Dra. María del Carmen Platas Pacheco

El día que Toby festeja a Lulú
Como cada año, al inicio del mes de marzo tiene lugar la celebración del “día internacional de la mujer”. De suyo, la conmemoración es indicativa de una carencia, la lejanía entre el discurso político de la igualdad, las reivindicaciones y los derechos, y la realidad de la exclusión, la invisibilización y la violencia, tanto social como en las relaciones familiares, hacen evidente que la celebración sirve para “ventilar la herida” de la enorme brecha que separa la vida real y precaria de millones de mujeres, frente al discurso político que cumple haciendo el festejo.
A lo largo de la historia de la humanidad, las luchas de las mujeres por su igualdad de derechos, de reconocimiento y oportunidades, parece que no terminan de concretarse. Desde la perspectiva institucional masculina, los roles sociales de la familia y educación de los hijos, como tareas referidas a la mujer son poco, o de plano, incompatibles con el desarrollo de la vida profesional remunerada.
En este mes de marzo de 2014, habiendo ya concluido estos peculiares festejos de exaltación de carencias y del valor femenino en abstracto, pero de negar y excluir en concreto, derechos y oportunidades para la mayoría de las mujeres en este país, referiré para la consideración del amable lector, algunos datos de la realidad mexicana que ilustran el estado de la cuestión:
La población de México está integrada por 57 millones 481 mil 307 mujeres, es decir, el 51.16% de la población nacional, mientras que los hombres representan el 48.84%.
27.6 millones de mujeres mexicanas viven en condiciones de pobreza, y de pobreza extrema, con las consecuentes enfermedades, desnutrición, analfabetismo y desempleo.
En el año 2013 se registraron cerca de 8 millones 400 mil denuncias de casos de mujeres agredidas físicamente por su marido o pareja, en el ámbito de la dinámica familiar.
El Censo Nacional de Población de 2010 que realizó el INEGI, refirió que el 18% de los hogares en México son monoparentales y dentro de éstos el 84% son encabezados por mujeres que realizan doble y triple jornada laboral para sacar adelante a sus hijos.
En términos de remuneración por el trabajo; por cada $100.00 que gana un hombre cuyo nivel escolar es de educación primaria, una mujer con el mismo nivel escolar percibe $78.00. Paradójicamente mientras más elevado es el nivel de estudios de la mujer, mayor es la brecha de las percepciones económicas en relación con los hombres que, como se advierte, por el mismo trabajo ganan más, y, desde luego, es más difícil para las mujeres el ascenso laboral y la conservación del empleo.
En la actual LXII Legislatura Federal, de 128 lugares que existen en la Cámara de Senadores, sólo 44 son ocupados por senadoras, y en la de Diputados, de 500 lugares, únicamente 187 son de mujeres.
En el nivel de los gobiernos locales, sólo 6.8% son ocupados por mujeres presidentas municipales, ningún estado del país es gobernado por mujeres, y, desde luego, México nunca ha tenido una presidenta.
Existe un documento de trabajo, con fecha del mes de diciembre de 2013, donde, entre otras novedades, el Fondo Monetario Internacional, realiza un estudio comparativo de las economías más ricas del mundo y el papel determinante que en esos desarrollos desempeñan sus mujeres.
Otro estudio de la Organización Internacional del Trabajo, también refiere que el verdadero dragón dormido de la economía mundial es, sin lugar a dudas, la fuerza femenina laboral remunerada, hasta hoy con una participación tangencial y siempre en posiciones de segundo o tercer nivel. El estudio señala la sobrerrepresentación femenina en segmentos de ingreso bajo, y de escaso o nulo poder de decisión en las organizaciones.
Para modificar ese estado de cosas, el estudio sugiere, entre otras medidas, la necesidad de que en todo el mundo se modifiquen y favorezcan las acciones para que cada vez más mujeres, de ésas que cursan estudios universitarios, lo hagan en áreas de ingenierías y ciencias aplicadas; hasta hoy un amplio porcentaje de las universitarias están matriculadas en las áreas de humanidades y administración, pero donde es preciso potenciar el desarrollo económico de la humanidad es en el terreno de la industria y la transformación, y, desde luego, los aportes femeninos pueden hacer la diferencia en la producción o rediseño de productos, según lo refieren los estudios de ambas organizaciones.
Una larga lista de documentos e investigaciones laborales, nacionales e internacionales, coinciden en referir los grandes beneficios de incorporar mujeres a los ámbitos empresariales de decisiones de gobierno, donde hasta hoy su participación es ínfima o de plano inexistente. Sin embargo, junto con la escaza presencia de mujeres preparándose profesionalmente para desempeñarse en las áreas industriales de trasformación, también existe el otro factor social, y en los hechos de mayor impacto, ése que tiene que ver con los prejuicios de los varones para incorporar mujeres a los puestos y niveles de trabajo donde pueden ser de mayor aporte.
La humanidad y no sólo México, ha vivido desperdiciando el talento y el aporte laboral femenino, una gran capacidad de generar riqueza está desaprovechada precisamente porque entre el discurso de la igualdad de derechos laborales entre varones y mujeres y la realidad —de apartamiento y negación de oportunidades— existe un abismo fácilmente constatable, casi en todas las instancias de toma de decisiones económicas, políticas y sociales. Una atenta mirada, mundial y nacional, sobre las personas que integran los consejos y los órganos de decisión tanto en la empresa como en el gobierno, muestra el permanente doble discurso del pretendido derecho igual para mujeres y varones, y los hechos de discriminación y prejuicio en contra de las mujeres.
La vida laboral y el desarrollo familiar, exigen una revisión y replanteamiento desde su discurso y estructura, donde se concilien y reubiquen los roles, funciones y tareas que corresponden a mujeres y varones. En el mundo las mujeres son mayoría, sin embargo, en el acceso a la riqueza y a las oportunidades, el desarrollo es abiertamente desigual e injusto. Ya es tiempo de atender este problema estructural y ancestral, sin apasionamientos y radicalismos para en verdad resolverlo. Urge tomar decisiones y realizar acciones para cerrar la brecha de injusticia que separa el discurso de los derechos femeninos, de los hechos de exclusión y violencia en contra de las mujeres. La celebración de carencias, en la teatralidad del discurso del “día internacional de la mujer” debe terminar. Festejar a las mujeres, es reconocer sus derechos, dignidad y valía todos los días.
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