Editoriales

Partidos políticos y autismo moral

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Junto con el cambio en el horario de verano, también ha dado inicio el proceso electoral federal que conducirá a la renovación de la Cámara de Diputados y nueve gubernaturas, congresos locales y presidencias municipales, entre otras. Se afirma que en su conjunto, el próximo 7 de junio estarán en disputa poco más de dos mil cargos de elección popular; se trata de un ejercicio político y ciudadano de gran relevancia nacional, y como ocurre en cada ocasión, en términos económicos de la historia nacional será el más costoso.
El ambiente de tensión y decepción, consecuencia lógica de la creciente violencia, impunidad y corrupción que prevalecen en todo el país, es una constante que puede poner en peligro la participación ciudadana; los partidos políticos y los candidatos en campaña no logran superar la inercia de desinterés en estas semanas de arranque, donde lo que vemos y oímos es poco más de lo mismo de siempre, nada nuevo, nada mejor, las descalificaciones sustituyen a las propuestas, la ambición de poder cancela la vocación de servicio, la urgencia por atender lo inmediato conduce a los discursos vacíos que, desde luego, solo convocan a los acarreados.
Si lo miramos con cuidado, los partidos políticos se han convertido en un negocio de cuantiosísimas ganancias tanto para sus estructuras corporativas como para sus candidatos y sus redes clientelares, pero para el común de los ciudadanos que no están cooptados por ellos, éstos no representan más que un gasto enorme e injustificado, y las campañas políticas un ejercicio ocioso y de gran derroche de dineros públicos, que bien podrían ser empleados en solucionar los problemas de falta de calidad en los servicios públicos, tan deficientes e insuficientes.
En México se invierte muchísimo más dinero en campañas políticas y procesos electorales que en otros países cuyo nivel de vida es mejor y más alto. En estricto sentido, además de la inmensa corrupción que soporta este estado de cosas, ¿a quién benefician las elecciones y los procesos electorales?, ¿en realidad la sustitución o el cambio de personas y de puestos entre los políticos de siempre, supone algún beneficio real para los ciudadanos, potenciales electores?
Durante las próximas semanas serán transmitidos miles de anuncios en radio y televisión, sin real contendido e impacto social que deberían; de igual forma veremos llenarse de basura el mobiliario urbano al que se le harán colgar carteles con la fotografía falsa y maquillada de los candidatos mostrándonos su sonrisa congelada, ajena, ausente y distante de los electores a los que supuestamente pretenden transmitir un mensaje de esperanza, credibilidad, honradez y dotes de liderazgo.
Quizás, como un remedio ante la indiferencia o el aburrimiento que este triste y carísimo espectáculo político electoral nos ofrece, en su versión 2014, valdría la pena que los asesores y consejeros de los partidos políticos y los candidatos, los ayuden a expresar en mensajes breves, precisos, completos y concretos, qué es lo que ofrecen y proponen, cuál es su oferta, su proyecto de mejora ante los múltiples problemas nacionales, y desde luego regionales que estamos viviendo; los potenciales electores esperamos mensajes breves, precisos y comprensibles, que planteen el problema y la posible solución de manera realista.
El diseño actual de las así llamadas campañas políticas, en realidad pide a los ciudadanos su voto a ciegas; conocer el nombre del candidato y su filiación, en modo alguno nos informa de su experiencia profesional, de sus propuestas para ejercer con éxito, y en beneficio de los ciudadanos, el cargo público al que aspira, y es precisamente la falta de comunicación reiterada entre políticos y gobernados la razón que de fondo motiva el desinterés ciudadano.
Es obvio que el problema de la democracia mexicana no se resuelve destinando en cada elección más y más dinero público para montar el mismo espectáculo de siempre. No se trata de resolver con dinero público un asunto que es de carácter ético y no económico. En éste como en otros casos, el orden de los factores sí altera el producto, el autismo moral es la debilidad común de los partidos políticos.
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