Editoriales
DE PADRE A HIJO, DE AMIGO A AMIGO
Óscar F. Fernández
CONOCER LO MATERIAL
Algunos, desde jóvenes, llegan a conocer el valor tan relativo que tienen las cosas materiales. Otros alcanzan este convencimiento cuando los hijos salen de casa para ir a formar su propio hogar. Pensar, por ejemplo, en objetos como un reloj, cuadros, librero, vitrina, y la colección de: cerillos, cucharitas, figuras, etc. nos ayudará. Con esto no quiero decir que sean cosas inútiles. Únicamente lo comento para aprender a dimensionar verdaderamente lo material. En cambio, resulta conveniente conservar las fotografías familiares, pero no olvidemos que son más útiles si queda señalado el lugar, la fecha, los nombres, y el parentesco .
CONOCERSE
“El proceso de conocerse exige, en primer lugar, reflexionar sobre sí mismo, esto es, pensar con profundidad sobre nuestro modo de ser, sobre nuestras reacciones ante los diversos estímulos que se nos presentan, sobre nuestra experiencia en el desempeño de la actividad ordinaria, sobre nuestro errores y omisiones, sobre nuestro trato con los demás, sobre nuestro comportamiento en diversas circunstancias, sobre la relación que hay entre las metas que nos proponemos y los resultados que alcanzamos, sobre el contenido de esas metas, de esos objetivos que orientan nuestra conducta. La reflexión implica buscar explicación a los hechos personales, lo cual quiere decir preguntarse por sus causas y pensar profundamente. Dedicar unos minutos diariamente a esta tarea suele traer importantes beneficios. También supone una ayuda eficaz para conocerse a sí mismo, observar a los demás, por varias razones: porque en la medida en que se profundiza en el conocimiento del prójimo, se adquiere una visión más completa del ser humano en general, la cual permite luego entenderse mejor a sí mismo; porque, al conocer más a los demás, se cuenta con un punto de referencia –de elementos comunes y de elementos contrastantes- que facilita el conocimiento propio; y porque, al observar los efectos y reacciones que el propio comportamiento produce en el prójimo, se pueden deducir consecuencias sobre el modo de ser personal. En los dos medios anteriores se trata de un proceso interior, de cada persona consigo misma, el cual resulta insuficiente, por la carga de subjetivismo que es tan difícil de eliminar cuando lo que se está conociendo es el propio yo. Por eso, es preciso recurrir al auxilio de alguien que sea distinto de nosotros mismos, y así obtener un conocimiento más objetivo de lo que somos. El diálogo con otra persona –llámese amigo, pariente, cónyuge, consejero, jefe de trabajo, director espiritual, psiquiatra en casos patológicos, etc.-, con la intención expresa de darse a conocer y de escuchar su punto de vista, representa un medio insustituible para conocerse a uno mismo. Las razones son dos: primero, porque el simple hecho de hacer el esfuerzo de expresar, ante un interlocutor, lo que uno ve de sí mismo, produce un efecto clarificador, al tener que ordenar las propias ideas, asociar las impresiones o interpretar los sucesos personales; segundo, porque el otro que nos escucha puede juzgar y analizar lo que le manifestamos, de un modo más frío y objetivo, sin involucrarse personalmente en la interpretación de los hechos. Finalmente, el trato con Dios, es decir, la relación personal con Él, mediante la conversación y el afecto, tal como se lleva a cabo con un amigo o con un padre, es un camino que favorece enormemente el autoconocimiento. Aquí la razón es de orden sobrenatural: Dios proporciona, a quien se acerca a Él, unas luces, para que se conozca a sí mismo, mucho más intensas que la que la sola inteligencia humana puede alcanzar” .
Óscar F. Fernández E. de los M.
UGARTE CORCUERA, Francisco, El hombre actual en busca de la realidad, Panorama, segunda reimpresión, 1998, México, pp. 116 a 118