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Un tema de salud pública que poco a poco va tomando relevancia en el ámbito de la reflexión nacional tiene que ver con la peligrosa asociación de imágenes e ideas que vinculan la salud infantil con la gordura. La ternura que motivan los bebés remite a la gordura, como si estar gorditos fuera por necesidad expresión de satisfacción, sana alimentación y felicidad. La imagen del bebé gordito, en el imaginario colectivo, es expresión de bien cuidado, bien querido y bien alimentado.

Por desgracia, los estudios de salud pública mundial son contundentes al demostrar que en más del 87% de los casos, un bebé con sobrepeso será un adulto con el mismo problema, frecuentemente en tránsito a la obesidad, y en consecuencia con tendencia a la hipertensión arterial, a la diabetes, a las caries recurrentes y a los problemas óseos. El mito respecto del cual se afirma haber nacido gordo debe ser erradicado, en realidad los gordos no nacen, sino que se hacen a fuerza de una alimentación inadecuada, favorecida por el sedentarismo y la baja autoestima.

Algunos datos de la Encuesta Nacional de Salud, refieren que entre 2006 y 2012 se registró en nuestro país, un considerable aumento en los centímetros de cintura promedio tanto de mujeres como de hombres, y peor aún, en ese mismo lapso, el porcentaje de niños con obesidad —entre los 5 y los 11 años— aumentó 40%. Otra referencia del propio estudio señala que en México se registraban entonces 26 millones de adultos con sobrepeso y 22 millones de adultos obesos, estos datos permiten inferir que por lo menos la tercera parte de la población en México se ubica por encima del peso saludable. De hecho la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha nombrado a México como el país con la tendencia más acelerada a la obesidad, y en consecuencia, son previsibles los costos de salud pública asociados a las enfermedades cardiacas, a la diabetes y desde luego a las enfermedades óseas y dentales.

Como se advierte, el problema de la obesidad en México nos ubica en presencia de una epidemia no infecciosa y hasta cierto punto silenciosa. En gran medida este problema es causado por el consumo excesivo de azúcar; los endulzantes están presentes en casi todos los alimentos procesados y harinas refinadas, además de las bebidas y los refrescos que forman parte de la dieta diaria y del estilo de vida de la mayor parte de los mexicanos, que han hecho del consumo de refrescos una verdadera adicción nacional.

Es preciso un enorme horizonte de educación familiar y escolar respecto del bien que representa la salud para cada persona. Este problema debe motivar la reflexión y el diseño de políticas públicas que desalienten el consumo de comidas y bebidas chatarra que envenenan tanto a la población, de cualquier nivel socioeconómico.

Es urgente motivar la práctica del deporte y la actividad física, así como el desarrollo de hábitos alimenticios que favorezcan el consumo de frutas y verduras en estado natural, es decir, no procesadas y que se evite, por lo menos restrinja, el consumo de azúcar, estas acciones están al alcance de todos y deben motivar decididos cambios de actitud en favor de una alimentación que permita conservar la propia vida de manera saludable.

La Organización Mundial de la Salud recomienda que la ingesta diaria de azúcar en una dieta promedio de 2000 calorías no exceda el 10%. Sin embargo, en México se ubica entre el 55 y el 80%, es decir, el consumo de alimentos artificialmente endulzados constituye un verdadero y grave problema de adicción y de salud pública nacional que debe ser atacado con decisión, por la vía de la educación, la legislación y las cargas fiscales, de manera que —como ocurre en el caso de las bebidas alcohólicas y los cigarros— se diseñen mecanismos que restrinjan el acceso indiscriminado a tantos mal llamados alimentos, hechos a base de harinas refinadas y saborizantes artificiales especialmente azucarados, que provocan adicción.

Es fundamental tomar conciencia respecto de la necesidad de educar o reeducar a los niños y jóvenes enseñándoles las ventajas de un estilo de vida saludable, desde luego en ese esfuerzo es indispensable la información y la motivación para provocar decisiones comprometidas con el cuidado del propio cuerpo como expresión del bien ser, para el bien estar.

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