Aguascalientes
UN VENTRÍLOCUO DE LA FE
Adrián Luévano Carrillo, capellán de Nuestra Señora de la Luz, templo ubicado en la colonia Miravalle, en la Ciudad de Aguascalientes, cumple su labor evangelizadora con el apoyo de medio centenar de muñecos ventrílocuos.
La labor evangelizadora no debe ser cansada ni monótona. Por ello, los domingos y fechas especiales, en las misas del mediodía se acompaña principalmente de “don Marketo”, su amigo de madera con 53 años de edad, atrayendo el interés de los menores de edad.
El sacerdote católico reconoce que no a todos les gusta ese método de explicar el Evangelio, pero son pocos los adultos mayores que deciden no escuchar el diálogo que sostiene con muñecos y niños.
Durante 9 años, el “Padre Adrián” como se le conoce, ha trabajado con su comunidad religiosa para vencer los problemas que aquejan a una de las zonas más pobres de Aguascalientes.
Hay varios jóvenes y adultos vencidos por el alcoholismo y la drogadicción, pero confía que con la fe de la mayoría de la población será posible superar las adversidades.
Para enfrentar la pobreza, se creó un dispensario atendido por una profesionista de la medicina; y se cuenta con un comedor al que acuden entre 90 y 110 personas de escasos recursos, algunos a consumir su único alimento del día.
Ese comedor surte además el lonche a estudiantes del nivel básico, en hogares donde su familia no cuenta con el dinero ni para adquirir ese alimento básico.
Consuelo Carlos y María Soledad Jiménez, que sirven en la cocina, coinciden que por encima de los problemas de las familias, está la voluntad de velar por el necesitado.
Adrián Lúevano señala que es la propia gente del lugar lo que sostiene esa misión. Mujeres y jóvenes trabajan con gusto para ayudar.
“Veo la mano de Dios tan bondadosa en otras personas que ayudan a llevar alegría a los niños y consuelo a los pobres”, señaló.
El guía espiritual explica con orgullo que el trabajo unido de la sociedad puede superar los rezagos. Dijo además que en la Miravalle perdura la fe en salir adelante.
Con antecedente de haber sido ferrocarrilero y luego haber suspendido en su tiempo de juventud su boda para irse al seminario, sólo concluye: “he sido muy feliz y nunca he sentido nostalgia por mi vida pasada”.