Editoriales
Sociedad
Óscar F. Fernández
El ser humano está vinculado a cosas y a personas: familia, lengua, cultura, amigos, trabajo, patria. Con esos vínculos se desarrolla y los necesita. El niño no sabe que la sociedad en la que vive ha costado siglos de esfuerzo. Todo lo que le rodea le parece natural, como si siempre hubiera existido: semáforos, hospitales, libros, transportes, cárcel, idiomas, señalizaciones. En realidad son conquistas humanas. La persona, al ser social por naturaleza, no es feliz sin la sociedad.
Es verdad que la existencia se desenvuelve dentro del hogar, pero también con vecinos, maestros, amigos; y más tarde, con compañeros de trabajo, jefes, subordinados, de modo que transcurre entre mucha gente. A todos, incluso a quienes sólo se encuentra de paso, en la calle, una vez en la vida, se les debe respeto. Esta compañía humana es la propia sociedad. El respeto a la sociedad y el de cada uno de sus miembros, es lo que hace posible la convivencia de los seres humanos. La política tiene como tarea que esta convivencia sea lo más justa, tanto dentro de cada agrupamiento y de cada nación como entre unas y otras naciones. La subsistencia de la sociedad tiene por indispensable la subsistencia de cada persona. Se procura impedir que se viole este respeto, y si ya ha acontecido, se castiga con un sistema de sanciones. Pero existen grados. Un primer grado de respeto social obliga a la cortesía, al compañerismo, a la solidaridad, que aconseja sujetar los impulsos para no caer en la grosería, para evitar abusos. La sanción contra la violación de este primer grado es la desestimación. Las buenas obras son el objeto de respeto para todos; romper un vidrio por gusto, destrozar un jardín, pintarrajear las paredes, dañar una señal o un teléfono público, echar inmundicias a los ríos, arrancar ramas de los árboles, torturar animales, son actos inmorales, descubren, en quien los hace, un desprecio a los bienes de la comunidad.
Todo ser humano necesita de unos puntos de referencia para la vida, como el placer, el deber, la familia, la diversión… Y si estos resultan equivocados, la vida estará falseada.
Algo básico es el bienestar material: casa, vestido, sustento. La paz es también un elemento importantísimo. El terrorismo es ilícito porque el fin no justifica los medios: secuestro, homicidio de personas inocentes. La guerra, y con ella la degradación y la ruina, y la muerte, suscita el deseo de que sea proscrita como medio para resolver los problemas, aunque en ocasiones se ha visto como el último recurso para defenderse de una agresión injusta. La Declaración Universal de Derechos Humanos proclamada por la ONU en 1948 señala aquellos derechos mínimos, valores estimados como necesarios para implantar un respeto jurídico y social hacia la persona y su entorno. ¿Por qué? Porque se requieren verdades radicales para conseguir el bien común, que también facilita el bien particular, aunque puede significar el sacrificio de proyectos personales por el bien de los demás: auxiliar en la guerra o a un accidentado. Obviamente la responsabilidad no puede ser la misma para todos, debido a que el comportamiento social que tiene un artista, un político, un intelectual, un deportista, es de mayor trascendencia por su mayor influencia. Cada uno ha de participar según le corresponda.