Editoriales
¿Senado de la República o agencia de colocación?
Sin lugar a dudas, la dinámica del cúmulo de reformas constitucionales que durante esta administración se han concretado, refleja las capacidades negociadoras y las grandes habilidades políticas del Ejecutivo para superar las adversidades, haciendo realidad múltiples promesas de campaña.
Al reconocer esos incuestionables logros, llama la atención la falta de comentarios y advertencias críticas sobre un fenómeno que se generaliza en la mayoría de los textos que hoy se encuentran integrados a la Constitución, o bien ya han sido detallados en las así llamadas leyes secundarias. En la mayoría de esos textos se ha robustecido en gran medida el alcance del poder político, económico y social del Senado de la República, hoy estos legisladores poseen facultades que van más allá de aquellas que ya tenían para ratificar los nombramientos de embajadores y cónsules, además de ciertos cargos en el Ejército y la Marina. Nada despreciable fue la potestad que en tiempos del Presidente Zedillo, en 1994, se le confirió a ese órgano legislativo para nombrar a los Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Conjuntamente con el poder político que supone la injerencia directa en esos nombramientos, y muchos otros del primer nivel de la estructura, la Reforma Constitucional del 10 de febrero de 2014 confirió al órgano senatorial facultades para ratificar a quienes ocupen las posiciones de primer nivel en los órnanos encargados de las telecomunicaciones, la competencia económica y la energía, además de los electorales.
Con las reformas constitucionales ya vigentes, al restarle, supuestamente, poderes al Ejecutivo para trasladarlas al Legislativo, concretamente a los senadores, el resultado es precisamente la creación de una agencia de colocación de empleos de alto nivel, desde luego a cambio de favores, beneficios y prebendas ajenos a los ciudadanos que son los electores de los senadores, al menos en teoría, en las dos terceras partes. Es obvio el juego político que subyace a esta nueva forma de garantizar que los incondicionales, sean o no aptos e idóneos, ocupen los puestos clave en las centenas de posiciones de la administración pública. Con esta estrategia, en apariencia el Ejecutivo se desmarca y la atención se centra en los senadores, pero el poder en modo alguno se pierde o se comparte, todo lo contrario, ahora se advierte más centralizado y vertical que antes.
Una mirada sobre la historia de Roma y de la institución política a la que llamamos senado, allá por los siglos VIII a VI a.C., nos refiere a la época de gran esplendor del imperio y la república. Durante los siglos de dominación indiscutida, los gobernantes advirtieron la necesidad de evitar los abusos y excesos de los gobiernos unipersonales tendientes a la dictadura y a los totalitarismos y como medida de contrapeso, fue creado y prestigiado el senado, formado por ancianos venerables, precisamente eso significa la etimología de senador senex. Al senado llegaban los servidores públicos de trayectoria impecable después de una vida de servicio público, provenían de diversos cargos menores en los que se habían desempeñado de manera ejemplar; de hecho ser senador era por sobre todas las cosas un cargo honorario que reconocía una trayectoria vital de servicio público destacado, ética y políticamente.
En el origen de la institución senatorial, eran 30 patricios los elegidos para ratificar las leyes votadas en los comicios y para ejercer labores consultivas y de acompañamiento del gobernante; en el transcurso de los siglos, la institución alcanzó tal prestigio y respetabilidad que se le fueron confiando más responsabilidades, siempre en apoyo del buen gobierno.
Hoy, al parecer también existe el deseo de robustecer la presencia del senado, haciéndolo participar en la toma de decisiones para elegir a los servidores públicos del más alto nivel. Aunque ahora ese poder lo tienen por ley, ¿no es razonable y exigible revisar el proceso de elección y selección que los lleva a ocupar el honroso cargo de senadores de la república?; dada la trascendencia de las responsabilidades que se les confían, ¿es correcto que lleguen a ser senadores personas que hacen caso omiso o pretenden que no existen las exigencias éticas inherentes al cargo? Volver sobre la historia para extraer las enseñanzas que guarda, desde luego es indispensable para evitar cometer nuevos errores; en este caso, hacer uso de la institución del senado omitiendo o ignorando la exigencia ética y de servicio público honrado, realizado de manera ejemplar a lo largo de los años. Es tan costosa nuestra democracia que por supuesto los ciudadanos tenemos derecho a que los Senadores de la República lo sean a cabalidad y no solo de nombre.
Sígueme en twitter @mcplataspacheco