Editoriales
Por la legitimidad
Jorge Izquierdo Bustamante
Hace unos cuantos días, leyendo el libro de Luis Maira “Aprendizajes del estudio de Estados Unidos”, al revisar algunos de los pasajes de la administración del presidente James Carter, me encontré con un párrafo que me llamó poderosamente la atención, y el cual se enmarca en la idea clara de Carter, de cuestionar el comportamiento del conjunto de la “clase política” de Washington.
El párrafo al que me refiero es el siguiente: “Resolver el problema de legitimidad del gobierno pasó a ser, en ese momento, más importante que plantear soluciones sustantivas a los problemas económicos y sociales de Estados Unidos”. Y en ese preciso instante en que leí estas palabras, me pregunté por qué el gobierno federal de México, no actúa de esa forma, y entiende la imperiosa necesidad de resolver una serie de situaciones que casi sería lógico aclarar y que la falta de ello, lo han lacerado de manera tal ante la ciudadanía, que ha perdido casi de manera absoluta la legitimidad.
Por qué no hacer un alto en el camino, dejar a un lado la soberbia, que tanto ha mostrado y tomar de alguna parte la sensibilidad que le ha faltado de forma clara, y empezar a resolver con inteligencia, compromiso y sin victimizarse, todos aquellos asuntos que se le han venido acumulando, y que han hecho que la población, éste siempre a la espera de cuál será el nuevo escándalo de la semana.
Sí, sería importante que dejen ver qué fue lo que realmente pasó en Tlatlaya, qué aconteció el 26 de septiembre pasado con los normalistas de Ayotzinapa, qué ocurrió en Apatzingàn, la Casa Blanca, la Casa de Malinalco, las propiedades de José Murat y familia en Estados Unidos (que parece que chantajeó al gobierno federal con la sección 22), las Casas de Las Lomas de Osorio Chong, que no le den carpetazo al asunto de Korenfeld, que si bien renunció, aún hay mucho por determinar; el asunto de Aristègui, que a la inmensa mayoría de la población le queda claro que intervino el director de comunicación social de la Presidencia, y otros asunto más, que han deteriorado la imagen del Presidente Peña Nieto, y que lo mantienen en un alto nivel de falta de confianza y credibilidad ante la ciudadanía.
Seguir encerrado en Los Pinos o en Palacio Nacional o sólo asistir a eventos en el Estado de México, donde se siente cobijado por sus coterráneos, o intentar asistir a universidades en eventos prefabricados, donde prácticamente se pretende que la comunidad estudiantil no asista, como la fallida visita a la Universidad Panamericana (su alma mater) a nadie ayuda. Las y los mexicanos siempre están a la espera de líderes y el que el Primer Mandatario de la Nación se sustraiga a ocupar ese espacio, es muy peligroso para la siempre incipiente democracia mexicana.
Estos son los momentos en que se requiere que la capacidad política de quien dirige el país, lo haga salir a flote; si en verdad quiere direccionar a la sociedad mexicana hacia mejor derroteros, debe saber que es el momento de estar en la calle y soportar las exclamaciones, reproches y demás manifestaciones de la ciudadanía, hacia su quehacer gubernamental y hacia todas las asignaturas pendientes, no hacerlo es otorgarle la razón a sus opositores y detractores, si él cree que no está llevando al país al “despeñadero”, debe demostrarlo con carácter y con la certeza que le debe dar el saber que está en el camino correcto.
Nadie quiere un presidente aislado del pueblo, lo quiere ver cercano, al fin y al cabo para eso lo eligieron.