Aguascalientes
OTRA FALLIDA INVERSIÓN
El 13 de enero del año 2012, el Gobernador Carlos Lozano de la Torre y su esposa Blanca Rivera Río de Lozano anunciaron con “bombo y platillo” el hoy fallido proyecto “Camino a San Juan”.
Con recursos públicos ofrecieron a la Diócesis Católica de Aguascalientes la construcción de 20 ermitas a lo largo del trayecto Aguascalientes-San Juan de los Lagos, una cada 4 kilómetros que servirían, según se asienta en el boletín 184 emitido por la Coordinación de Comunicación Social del Gobierno del Estado, para que los que caminen vayan rezando 20 misterios del rosario.
“Se convertirán en centros de encuentro espiritual de miles de peregrinos”, dijo en ese momento Blanca Rivera Río.
La Contra [PORTADA] constató que no hay ermitas. Sólo una estación donde dan servicio a los caminantes, la cual implicó la ocupación del dinero del Gobierno para funcionar por escasas tres semanas al año.
Sobre quienes caminan a pie hasta el Santuario Religioso, hay evidencias de que cada año se va reduciendo la cifra. Algunos culpan al clima, otros al temor de la inseguridad y no falta quien decida ya sustituir la manda por otro tipo de sacrificios.
LA VERDADERA FE
En una visita realizada a San Juan de los Lagos, representantes de esa Diócesis de Jalisco informaron a este medio que en el transcurso de 20 días previos al 2 de febrero, la fecha principal, se espera la afluencia de más de 200 mil peregrinos, tan sólo de la región que incluye esa entidad, Guanajuato, Aguascalientes y Zacatecas. Por Aguascalientes, estimaron que la cifra no llega a los 50 mil.
Más que obras suntuosas o cumplir banalmente con la tradición de recorrer a pie la ruta, lo más importante es acudir preparado para un encuentro con Dios, buscar previamente la confesión, se aclaró.
El sacerdote Luis Felipe Suárez dice que no hay que confundirse. “Si les pido el favor que se comporten como hijos de Dios, y es a peregrinar, es un encuentro con Dios. Cuando nos vamos a encontrar con Dios vamos en una actitud de responsabilidad, de civilidad, de pureza, de sinceridad y de transparencia en nuestro corazón. No podemos combinar el trago, la rumba o la parranda en el pretexto de saludar a Dios. No, primero es lo primero, después lo otro. Hay tiempo para todo. Esto debe ser un acto de piedad y de encuentro con Dios”.