Editoriales

Los aguaceros de mayo o travesuras de El Niño

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Cuando llegan los tiempos de aguas, viene a la memoria aquellas memorables “aguas de mayo” que hasta en na canción fueron inmortalizadas y que nada más era empezar el mes y las lluvias a caer.
Dicen nuestros ancianos que las aguas de mayo eran memorables porque era un llover “que era un contento”, pero ahora a duras penas las nubes nos regalan su contenido líquido para refrescar la sed de la ciudad…
Cuando se inundó El Llano
Hubo, sin embargo, un año en el que las lluvias no sólo fueron abundantes, sino que más bien fueron desastrosas debido más que nada a que iniciaba el fenómeno de El Niño en todo el mundo y Aguascalientes no fue la excepción, tanto que en la década de los noventas registraron tremendas inundaciones en Aguascalientes, sobre todo en la zona de El Llano cuando aún éste no se convertía en municipio junto con San Pancho cuando el ingeniero Miguel Angel Barberena promovió que estas demarcaciones rurales pertenecientes al municipio de Aguascalientes, se convirtieran en ayuntamientos…
Pero volviendo al tema de las aguas, era el año de 1990, cuando en el mes de junio comenzaron unas fuertes precipitaciones pluviales que nos sorprendieron, dado que en años anteriores la sequía había estado muy fuerte.
Inclusive, se hablaba de un período de siete años de sequía por otros siete de abundancia en lluvias y que precisamente, en ese año comenzaban los de fuertes lluvias, pero aunque el fenómeno de El Niño había comenzado, las aguas siguieron siendo erráticas y veleidosas en Aguascalientes, pero eso sí, las tormentas se convirtieron en verdaderas pesadillas, presentándose en años posteriores a los noventas especie de trombas y caída de árboles en el rumbo de la Estación, específicamente en la Alameda y la Colonia Ferronales, en donde los árboles cayeron por los fuertes vientos originando alarma entre los vecinos y en la ciudad.
De todo esto guarda memoria nuestra ciudad y aún se ven en la alameda los viejos compañeros de los viejos árboles que no soportaron el vendaval.
Y volviendo al tema de El Llano, las lluvias cubrieron los sembradíos de este municipio y causaron enorme sorpresa a los pobladores de este lugar que comúnmente era seco y que de repente se vio con las aguas corriendo como ríos por las carreteras y las casas de los campesinos inundadas.
Al hacer un recorrido en el convoy de la gira que realizaba el gobernador de ese tiempo ingeniero Miguel Angel Barberena Vega, que en paz descanse, pudimos percatarnos que entre los inundados sembradíos caminaban las mujeres con el agua llegándoles al talle, mientras que los perros y gatos nadaban buscando un lugar seco, escapando de las anegadas viviendas.
A lo largo y ancho de la carretera las aguas corrían formando un enorme río arrastrando a su paso el frijol, el maíz y las cosechas que con tanta esperanza esperaban los habitantes de dicho lugar.
En ese mismo año, viniendo de comer del municipio aguascalentense de Jesús María, los intensos nubarrones negros se cernían sobre el cielo de Aguascalientes y ya lo único que pedíamos a Dios era poder volver a la ciudad sin novedad, pero Tláloc se mostró muy fiero y desató una tremenda tormenta que nos tomó por sorpresa por la Avenida Universidad; los goterones caían sobre el parabrisas del auto impidiéndonos la visión a mi acompañante y a mí. Así avanzamos hasta llegar al crucero de Universidad y primer anillo de circunvalación, -donde ahora está la Star Médica- y en vez de seguir por esta ruta, convertida para esos momentos en un río tras quince minutos de tormenta, nos internamos por las calles cercanas a este sitio, estacionándonos para evitar que la corriente arrastrara el auto.
Para esos momentos ya había muchos autos varados en las aguas y otros empezaban a lanzar humo por sus cofres, indicando que algo no andaba bien en sus máquinas.
Esas lluvias nunca volvieron a repetirse, aunque hubo otros aguaceros fuertes que indican que volveremos a vivir el fenómeno del Niño, dado que el de la Niña ya pasó y nos dejó también una fuerte nevada en el año de 1997, cuando la traviesa Niña nos dejó “El Milagro de la Virgen” porque justo el día de la Virgen de Guadalupe, ya casi al llegar a las doce de la noche, cayó una intensa nevada, minutos después de que las temperaturas bajaron tanto que no quedó un alma en las calles, aunque fuera la celebración a la Guadalupana.
Justo unos minutos antes de la medianoche unas leves plumas se deslizaron por nuestras ventanas y al asomarnos, los jardines se empezaban a cubrir de blancos copos, mientras el termómetro bajo cero no permitía que se nos calentaran ni las manos, pero… ese es el tema de nuestra próxima entrega, cuando tendremos una reseña de “El Regalo de la Virgen”.

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