Editoriales

Las niñas de Nigeria; indiferencia del mundo

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Durante las últimas semanas hemos tenido noticias del secuestro de cientos de niñas nigerianas que fueron sustraídas a la fuerza y al parecer desaparecidas, sin que las autoridades hayan realizado acciones enérgicas y decididas para encontrarlas, recuperarlas y sancionar a los agresores. Los hechos tuvieron lugar en varias escuelas del Norte del país, donde se encontraban concentradas realizando sus exámenes, en días aparentemente normales de clases matutinas; estos actos se le atribuyen a un grupo de connacionales violentos, radicales religiosos de nombre Boko Haram que han declarado, en voz de su líder, su intención de destruir desde los cimientos todos los esfuerzos e instalaciones que se destinan a la educación occidental en aquel país.
Desde luego, estos ataques no son nuevos y ciertamente tampoco la radicalidad de la posición ideológica del grupo fundamentalista islámico que pretende reducir a las mujeres al ocultamiento y la ignorancia, como objetos en posesión de los varones para dedicarlas en exclusividad a las labores de la casa y la crianza de los hijos.
Para intentar comprender estos hechos, es necesario hacernos cargo de la complejidad del Continente Africano, que en una superficie de poco más de 33 millones de Kilómetros cuadrados alberga a 54 países. Concretamente, Nigeria posee una extensión territorial de poco menos de 1 millón de Kilómetros cuadrados, con una densidad de población de alrededor de 160 millones, su ingreso per cápita se calcula en 2,600 dólares anuales. De hecho, se trata de uno de los países africanos más poblados y más ricos del continente y, ciertamente, de los más pobres del mundo, la esperanza de vida de su población es de casi 50 años. Sólo por contraste, vale la pena tener presente que México posee una extensión territorial cercana a los 2 millones de Kilómetros cuadrados y una población de poco más de 113 millones de habitantes, con un ingreso per cápita superior a los 10,600 dólares anuales y la esperanza de vida es de más de 75 años.
La complejidad de África es enorme, los siglos de explotación de su inmensa riqueza natural por parte de los europeos y de compra y venta de personas en calidad de esclavos, que los propios europeos distribuyeron luego por el mundo, son hechos tan lamentables como graves, que marcan su historia sugiriendo la imposibilidad de emitir juicios y recomendaciones apresuradas. Desde tiempos inmemoriales, la población africana ha sufrido en muchos sentidos la injusticia en carne propia, la humillación, el hambre y el dolor, en consecuencia, la brutalidad y rudeza en el trato que entre ellos se dan, las masacres protagonizadas por grupos tribales y la explotación sexual y laboral sin distingo de edad y sexo, además de la violencia armada, forman parte de las dinámicas societarias en ese bellísimo continente, cuya riqueza natural es tan abundante como urgente la educación y el respeto por la dignidad humana de sus habitantes.
La República Federal de Nigeria es un país de enorme complejidad racial, lingüística y religiosa, su territorio se encuentra divido en 36 estados, su capital se asienta en Abuja; se calcula que en el país se hablan alrededor de 450 lenguas y su población forma parte de poco más de 250 etnias; su riqueza en petróleo, gas, estaño, cacao y mano de obra es incalculable, siendo necesario contrastarla con la falta de educación, pues el índice de analfabetismo es de 65%, es decir, de cada 100 personas, solo 35 tuvieron acceso a la escuela. De hecho ése es el factor que explica la violencia y miseria en que viven como nacionales de un país, el más poderoso del continente, pero incapaz de consolidar su economía y ofrecer trabajos dignos y bien remunerados a su población para mejorar su calidad de vida mediante la educación y la capacitación.
Entre los grupos disidentes de África es común la expresión de la “maldición del petróleo”, ese oro negro, altamente contaminante que se extiende como mancha por los territorios explotados, devastando regiones —que antes fueron fértiles bosques, lagos y praderas— en beneficio de unos cuantos que amasan fortunas inenarrables con la venta y exportación de hidrocarburos, al tiempo que sumergen a la población en círculos de pobreza cada vez más extensos y apremiantes, precisamente porque se abandona el campo, la ganadería y la industria centrando los esfuerzos de la mano de obra en la explotación de un recurso que además de contaminante no es renovable.
Las inmensas hordas de población paupérrima que deambulan por Nigeria entre la basura, las veredas y caminos de lodo y terracería en busca de trabajo y comida, muestran la corrupción, falta de visión y educación de quienes han gobernado ese país desde que alcanzó su independencia en 1960. Un siglo atrás, Nigeria formaba parte de los dominios de Inglaterra, la riqueza para la agricultura por sus humedales, la bellísima y variada fauna, además de los yacimientos minerales llenaban las fantasías y las ambiciones de aquellos aventureros europeos, responsables en sentido ético y social de la gran catástrofe que vive hoy África. Desde luego, las formas de colonización han cambiado, anteriormente era de ocupación vital y territorial, hoy es de recursos naturales y estratégicos, allí están presentes los grandes intereses de Estados Unidos para comerciar con la extracción del petróleo y el gas, en el caso de China y Brasil el negocio son los cientos de millones de africanos de escasos ingresos, consumidores cautivos de sus mercaderías y excedentes de producción.
La brutalidad de las acciones de secuestro, posible muerte y explotación física y sexual de las niñas en Nigeria, no hace sino dibujar la crueldad, la ignorancia y la ignominia de ese grupo fanático religioso, que en el sometimiento y humillación de las mujeres tiene su principal estrategia de temor y posicionamiento social.
Ningún país puede avanzar y mejorar ignorando o despreciando los derechos de algún segmento de su población. En el caso de las niñas y mujeres de Nigeria, es más grave aún el daño moral y social que se concreta cuando se les da trato de objetos a disposición de varones violentos que las someten. Todo hombre vino al mundo por la acción de la mujer que lo parió, conculcar la dignidad de las mujeres, es negar la posibilidad de todo derecho y de todo orden social; la reiteración de injusticias hunde a ese país en una espiral de violencia y destrucción ante la mirada indiferente del mundo.
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