Editoriales
Ética y economía
Estamos tan habituados a pensar en los conceptos que dan título a esta colaboración como separados o pertenecientes a mundos distantes y distintos, que la sola expresión “ética y economía”, supone, por lo menos, un sinsentido o incluso un pleonasmo; nada más impropio, hemos de reconocer que no en todas las sociedades y países las relaciones entre gobernados y gobernantes se encuentran tan deterioradas y afectadas en sus dinámicas cotidianas.
En ocasiones, las así llamadas “historias de éxito” son exigidas por los escépticos como pruebas de vida que hagan atendible y razonable la consideración de la ética como posible, y de hecho necesaria en las dinámicas económicas, políticas y sociales. Hoy, que a ritmo de futbol los legisladores siguen discutiendo, tratando o maltratando en el Congreso las “leyes secundarias” relacionadas con la Reforma en Materia Energética, vale la pena recordar y, en su caso, considerar el tratamiento que Noruega ha dado a las reservas petroleras localizadas en el Mar del Norte, que para fortuna de ellos fueron descubiertas en 1969 y desde entonces han sido explotadas. Comparto con el amable lector la forma admirable, racional, transparente y ética con que los políticos y gobernantes noruegos decidieron administrar ese bien común, precisamente en beneficio de todos los nacionales de ese estado.
El ejemplo es oportuno, aunque para nosotros, desde luego es muy difícil evitar asociar petróleo y corrupción. Desde el mismo año de 1938 en que se llevó a cabo la expropiación por el Presidente Cárdenas hasta hoy, década tras década y sexenio tras sexenio, la historia de nuestro país registra una secuencia interminable de malos manejos, abusos, tropelías y toda suerte de usos indebidos de una riqueza que se nos dice hasta el cansancio, es de todos los mexicanos, cuando en realidad, es evidente que es de “algunos mexicanos”, ésos que indebida e injustamente han hecho de un bien común botín de riqueza personal.
Así las cosas, cuando en pleno 1969 los habitantes de Noruega se enteraron que eran dueños de una riqueza con la que no contaban, sus legisladores, esto es, su parlamento, ideó la creación de un Fondo de Pensiones del Gobierno de Noruega con el fin de garantizar el uso transparente, responsable, confiable, ágil y productivo de las riquezas generadas por la venta de petróleo y gas.
De hecho, la explotación de su gran riqueza petrolera inició en 1971 con enorme éxito, hoy Noruega es el segundo mayor exportador de gas en el mundo y el séptimo exportador mundial de petróleo; se calcula que por la venta de petróleo, sus ingresos anuales se encuentran cercanos a los 40,000 millones de dólares.
El Fondo de Pensiones que creó el parlamento noruego se propone construir un sólido patrimonio para todo su pueblo, haciendo realidad no sólo la prestación de servicios públicos de la más alta calidad, sino un nivel de vida muy alto para todos donde la pobreza, la violencia, el desempleo, la delincuencia y la ignorancia no tienen cabida.
Pensar la economía nacional con ética no es una quimera, ni un ejercicio de ingenuidad extrema, nada más lejano, es entender de fondo que los bienes comunes tienen que ser para todos los habitantes del país, de manera que la acción política y la conducta de los políticos debe honrar con hechos la delicada representación del pueblo que da sentido a su gestión.
En el transcurso de unas cuantas décadas, el Fondo de Pensiones del Gobierno de Noruega asciende a la suma de 900,000 millones de dólares, es decir, poco más de 177,000 dólares de ahorro para cada habitante de ese país, poco más de 2 millones de pesos para cada noruego, cantidad que, desde luego, les garantiza una vida con dignidad. Como es natural, ese fondo está perfectamente blindado y resulta interesante saber que al interior del parlamento de Noruega existe un Consejo de ética que custodia y administra esa riqueza nacional, de manera que las inversiones y disposiciones que realizan pasan por el camino de las decisiones colegiadas y los órganos de consulta garantizando la serenidad, objetividad e imparcialidad, como condiciones previas para la toma de las mejores decisiones en bien de todos.
¿Cuánto podrían aprender los políticos mexicanos de estas sanas prácticas que tan buenos resultados están dando en Noruega?, si se lo proponen mucho, podrían revertir la oscuridad y desconfianza que se advierte como inseparable del asunto petrolero. De entrada ¿no valdría la pena que los legisladores estudien y propongan la generación de un fondo como ese? La desconfianza y la sospecha, la falta de transparencia y el abuso reiterado, deben dejar de ser habituales entre quienes tienen el poder de decidir y administrar los bienes públicos. La ética y la economía son compatibles, la corrupción y la impunidad son enemigos del buen gobierno y deben ser erradicados con sanas y mejores prácticas de honradez y transparencia.
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