Editoriales
Educación vs indignación
En el contexto de las “tradicionales” manifestaciones del mes de octubre, posiblemente para evitar que se contaminaran, a finales del mes de septiembre vimos crecer, avanzar y concretar sus objetivos con inusitada rapidez a un movimiento estudiantil integrado por estudiantes del Instituto Politécnico Nacional.
Desde luego fue espectacular en el sentido literal del término la salida del Secretario de Gobernación, que al más puro estilo de un profesional del medio artístico, así en mangas de camisa, se subió al templete a “dialogar” con el líder estudiantil, recibiendo y leyendo el pliego petitorio que le fue entregado; los convocó a una nueva reunión unos días después, habiendo logrado varios triunfos simultáneos; de un lado hacerles saber a los manifestantes que son considerados en sus personas y demandas, y de otro lado cancelando la posibilidad de una marcha violenta el 2 de octubre al sumarse esta beligerancia actual de los jóvenes del IPN a aquella otra ocurrida hace 46 años, cuando ninguno de los actuales manifestantes siquiera había nacido.
Hasta donde se ha dado a conocer, el motivo del encono de los jóvenes del IPN, tiene que ver con la pretensión de la directora de hacer más estricto el reglamento de profesores y de alumnos, al parecer en ese proceso, la directora pensó que estaba en el ámbito de su competencia realizar ajustes para mejorar la calidad de la educación que imparte el IPN; en esas labores estaba la directora, generando las reuniones con comisiones de estudio de su propuesta, cuando con gran velocidad se corrió el rumor de posibles cambios que desde luego tocarían intereses de grupos creados al interior del propio instituto, de manera que como todos vimos y oímos; miles de alumnos tomaron las calles desde el Casco de Santo Tomás hasta Bucareli, donde fueron recibidos en escenario montado con templete y micrófonos como si se tratara de estrellas de rock.
El contenido del fallido reglamento es desconocido, pero cabe señalar que los jóvenes pedían la abrogación de lo no aprobado, menos publicado, tan solo se trataba de un instrumento de trabajo y de estudio, de una propuesta para la que se pretendía convocar a comisiones de profesores y de estudiantes. El atrevimiento de la directora motivó la irritación de los estudiantes del IPN, al grado de darle en el pliego de sus peticiones al Secretario de Gobernación un lugar relevante a la renuncia de la doctora Bustamante Diez.
Más allá de los factores político electorales que se avecinan, porque no dejemos de ver que esos miles de jóvenes en manifestación suponen miles de votos en los próximos comicios que inician ahora en octubre, y cuyos resultados se verán reflejados en 2015. Lo ocurrido debe llamar nuestra atención, no es de imaginarse que en un país de primer mundo ocurra un espectáculo tan lamentable; en las universidades y politécnicos de Europa y Estados Unidos, donde la educación superior y la preparación para la vida y el trabajo productivo en verdad se valoran, no es posible concebir que los estudiantes exijan la renuncia del director o del rector porque pretende exigir más calidad a alumnos y maestros, de tan lamentable, es de no creer que nuestra educación superior nacional, porque ese es el alcance del politécnico se encuentre en ese nivel ínfimo y mínimo; no exigencia académica, pase automático y todas las prerrogativas de permanencia para los estudiantes, de manera que aquel ingenuo director que se atreva a cuestionar esos “logros gremiales” ya sabe lo que le espera.
El Secretario de Gobernación se reunió de nuevo con ellos en el mismo escenario y les fue concedido todo lo pedido, reservándose los jóvenes para después su respuesta de aceptación o rechazo, porque como era de esperarse las pretensiones de los estudiantes han aumentado en número y alcance de prerrogativas.
La mirada del mundo en muchos sentidos está sobre México, el mensaje que se envía con estos espectáculos es lamentable, la violencia en todas sus formas se hace presente en la vida y las actividades de nuestro país, regresamos una y mil veces al mismo lugar como el burro y la noria; no puede haber mejor futuro para los jóvenes allí donde la educación carece de calidad y esto significa exigencia, orden y rigor, es de la experiencia de cualquier profesionista que los mejores maestros, esos de los que más aprendió fueron los más exigentes, así el orgullo de haberse graduado de una institución de educación superior es inseparable de los valores de respeto a la autoridad, gratitud y lealtad que aprendió.
El desorden necesariamente genera violencia haciendo imposible la armonía y la unidad social, al conceder sin negociar, la autoridad gana tiempo político, pero pierde respetabilidad y debilita el liderazgo que le es indispensable.
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