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Choque de civilizaciones

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En 1993, el politólogo estadounidense Samuel Huntington publicó un polémico y visionario ensayo que hoy es lectura obligada “El choque de civilizaciones”. La tesis principal de ese ensayo se refiere a que en el pasado reciente la humanidad había vivido con el miedo del estallido de la “guerra fría”, el temido enfrentamiento nuclear y exterminador entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Como se sabe, esa amenaza no se concretó, pero sí en cambio, desde la perspectiva de Huntington, lo que se estaba fraguando era un conflicto de carácter cultural y global, mucho más profundo y definitivo: el choque de las civilizaciones occidental y oriental, en su vertiente islámica.
Después de poco más de 20 años de haberse publicado el referido ensayo, es claro que el mundo se encuentra como predijo Huntington, viviendo ese inédito enfrentamiento cultural, y como también se ha señalado en estos días, la naturaleza del conflicto no puede entenderse simplistamente como si se tratara de una guerra donde habrá vencedores y vencidos; el fondo del conflicto es planetario y global porque se vive en Europa, América, Asia y África, además es muy complejo y multifactorial precisamente porque compromete la cosmovisión, valores, costumbres, instituciones y creencias de al parecer dos grupos humanos que aglutinan a millones de personas en cada continente, también, siendo indispensable señalar que existen múltiples matices y posturas al interior de cada grupo.
Así las cosas, la humanidad del presente siglo está viviendo no el enfrentamiento bélico entre países que luchan por la posesión territorial o de ciertos recursos naturales, como hasta ahora han motivado todas las guerras; la lucha de hoy no es por el poder sino por el dominio cultural que supone la imposición de una civilización con pretensiones de hegemonía sobre los otros discursos civilizatorios y cosmovisiones.
Los lamentables acontecimientos de muertes de los primeros días de enero en París, y la serie de atentados que en el pasado cercano se registraron no dejan lugar a dudas de los alcances visionarios y proféticos del lúcido ensayo de Huntington, textualmente se puede leer “el choque de civilizaciones dominará la política global y las fallas entre las civilizaciones serán los frentes de batalla del futuro”.
Como es natural, el choque de civilizaciones está haciendo surgir o fortaleciendo las posturas radicales y de mayor tensión; de un lado en occidente se están fortaleciendo los grupos opositores a la migración y que luchan por la expulsión de aquellos que han llegado a Europa en esa condición. Bajo la perspectiva de temor al terrorismo y al comportamiento de los recién llegados se fortalecen las tesis racistas, fomentando la segregación y la discriminación, quienes se encuentran en esa postura argumentan que los migrantes que se internan en Europa y América lo hacen por motivos laborales, pero en realidad no tienen intención de asimilar y aceptar una nueva cultura, tradiciones y valores, sino exclusivamente beneficiarse del mejor nivel de vida y de las ventajas de un ingreso estable. Por su parte, en Asia y África son frecuentes los atentados a personas y la destrucción de inmuebles que pertenecen o son expresión de la presencia y cultura de Occidente: embajadas, iglesias, templos y edificios dedicados a actividades culturales sistemáticamente están siendo destruidos por los nacionales de aquellos países como expresiones de odio y repudio a la cultura, valores, religión y costumbres de Europa y América.
El choque de civilizaciones que advirtió Huntington, desde luego es mucho más destructivo que las armas y las balas, aunque en ocasiones también hagan uso de ellas. Se trata de la negación al diálogo y a la posibilidad de argumentar con apertura y atenta escucha para encontrar soluciones a los problemas comunes. En 1948, al final de la Segunda Guerra Mundial, como un acto de reconocimiento de lo absurdo e indebido que supone matar seres humanos se redactó un documento de alcance mundial que hoy debe inspirar a los líderes para que tomen decisiones prudentes, me refiero al Artículo Primero de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
Superar el choque de civilizaciones exige de los gobernantes y de la sociedad acciones afirmativas de conocimiento y reconocimiento de los otros, para encontrar formas nuevas de respeto que garanticen la convivencia pacífica en este planeta que es casa común de la humanidad.
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