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Bolsa electoral y presupuestal; ahora entre 10

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Hace unas semanas, el Consejo General del Instituto Nacional de Elecciones aprobó la inclusión de tres nuevos partidos políticos que se disputarán los diversos procesos electorales, federales y locales que habrán de tener verificativo a partir del próximo año 2015 en México.
Se trata de los partidos políticos Encuentro Social, Humanista y Movimiento de Regeneración Nacional. Tres nuevas agrupaciones políticas que se suman al espectro de las siete ya existentes para hacer un elenco de diez contendientes por los votos de los mexicanos en cada elección.
El dinero que está en juego es mucho, cantidades inimaginables para los mexicanos. Para el año 2014 el presupuesto es de 3 mil 810 millones de pesos que se reparten entre esas 10 agrupaciones políticas en razón de la militancia que logran acreditar, es decir, no a todos les toca lo mismo, desde luego el ganón es el PRI con poco más de 450 millones de pesos para gastar en nómina y demás, “hacerse políticos”, precisamente en este año 2014 que no habrá elecciones federales.
Bajo la premisa falaz de que la democracia debe ser costosa y que “garantizarla” supone que el presupuesto ejercido por los partidos políticos debe proceder de las arcas del estado, éstos se han convertido en una gran empresa, un negocio boyante que se hace de recursos públicos y promueve fortunas personales haciendo realidad —una vez más— aquella consigna atribuida a Carlos Hank González “un político pobre, es un pobre político”, lo cierto es que como país estamos inmersos en un negocio por demás perverso y altamente ofensivo para los ciudadanos, pretendidamente representados por estos grupos de interés.
La regla para el reparto de esta bolsa millonaria tiene que ver con la proporción de votos alcanzada en cada elección y como el PRI obtuvo el 33.6% nacional, obviamente le toca la mayor parte, de manera que “el que parte y reparte se queda con la mayor parte”. Para el caso de los tres nuevos partidos que recién se incorporan, el horizonte financiero no está nada mal, cada uno recibirá poco más de 36 millones de pesos de julio a diciembre, por ofensivo que resulte a los ciudadanos. Imaginemos una empresa que en su primer año de operación tiene para gastar esa inmensa cantidad de dinero, más lo que se acumule en cada proceso electoral que participe, ése es el inmenso negocio de algunos iluminados politólogos, sociólogos, grillos y oportunistas quienes han encontrado en este negocio un modo muy cómodo y rentable de vivir, lucir y figurar, detrás del pretendido afán de custodiar y contribuir a la democracia mexicana.
En muchos países, desde luego más avanzados social y políticamente que nosotros los mexicanos, entre los que se encuentran los de Europa y nuestros vecinos Canadá y Estados Unidos, la democracia no es tan cara, los políticos y sus agrupaciones o partidos se sostienen con recursos de simpatizantes y sólo en una etapa muy avanzada de la contienda electoral se apertura la ayuda económica del estado.
Por contraste, en México vivimos pensando que el financiamiento particular o privado en los procesos electorales vicia y contamina la contienda, de manera que ingenua o astutamente se ha articulado un costosísimo sistema electoral que pretende hacer radicar la licitud de un proceso democrático con el otorgamiento de miles de millones de pesos por parte del Estado, es decir, de nosotros los ciudadanos a los políticos y sus organizaciones. En los hechos la democracia y la vida política de nuestro país se ha pervertido, ser político no se entiende como genuina vocación de servicio público, sino como la avaricia y el negocio fácil de servirse de lo público.
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