Aguascalientes

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Una de las páginas más bellas e interesantes de la historia política inglesa, se escribió con ocasión de la vida, obra y muerte de Tomás Moro (1478-1535), abogado, político, humanista, poeta y traductor, que supo conjuntar en su persona y ejercicio profesional la lealtad al rey Enrique VIII, de quien fue lord canciller, con la rectitud de su pensamiento y conciencia moral. Su testimonio como abogado de causas civiles y gubernativas conducidas con esmero y apego a la justicia le han ganado ser reconocido como patrono de la profesión.

Los talentos personales e intelectuales de Tomás Moro eran tan grandes que en 1510, ya siendo abogado, fue llamado a integrar el primer parlamento del rey Enrique VIII, desde esa posición destacó rápidamente por su brillante retórica, su preciso razonamiento jurídico y su habilidad política, ganándose la simpatía del rey, quien le confío ciertos asuntos diplomáticos complejos, que él resolvió con gran tacto y éxito. Con el paso de los años, su personalidad humilde, discreta y afable lo convirtieron en el hombre de confianza del rey, así, en 1529, a la edad de 51 años, finalmente fue investido con el cargo de Lord Canciller.

Como suele ocurrir en la vida política, la integridad y coherencia moral de Tomás Moro fueron puestas a prueba con ocasión de diversas decisiones del rey Enrique VIII, con las que su más fiel y eficaz colaborador no estuvo de acuerdo. Así, en el transcurrir de unos cuanto años, la simpatía con que el rey distinguía a Tomás se fue transformando en odio y desprecio ante su negativa de acatar con ciega obediencia las decisiones del jefe. Una y otra vez, el canciller intentó aclarar al rey el sentido y la trascendencia moral de las decisiones que pensaba tomar y cuáles eran las razones para oponerse. Moro tenía un claro sentido del hacer político que había demostrado a lo largo de diversas gestiones encomendadas, y precisamente por la profundidad de su conocimiento jurídico y moral no confundía el interés político con el deber moral.

En 1535, a la edad de 57 años, Tomás Moro fue enjuiciado por orden del rey Enrique VIII. En juicio sumario fue acusado de alta traición por haberse negado a prestar juramento al surgimiento de la Iglesia anglicana, de la que el propio Enrique VIII se autoproclamaba máxima autoridad. Moro también se opuso al divorcio del rey de su esposa la reina Catalina de Aragón; el motivo que argumentaba el rey era la imposibilidad de ella para darle un hijo varón, heredero de su corona.

El rey Enrique VIII se enemistó con Tomás Moro porque éste se negó a solicitar la anulación de su matrimonio con Catalina. Tal como consigna la historia, dicha nulidad se le negó a Enrique VIII debido a la insuficiencia de su argumento; en respuesta, el rey rompió con la Iglesia de Roma y se hizo nombrar cabeza de la Iglesia anglicana, al tiempo que mandó decapitar a su lord canciller. En el momento de la ejecución, al ponerse de rodillas y colocar su cabeza sobre la madera para ser cortada por el verdugo dijo: muero siendo siervo del rey, pero primero lo soy de Dios.

La obra literaria más conocida de Tomás Moro es Utopía, escrita en 1516. Se trata de un breve libro escrito en dos partes, donde se propone la posibilidad de un gobierno ideal basado en la verdad, de manera que la coherencia moral sea la luz que guíe las acciones de gobernantes y gobernados. A lo largo de los siglos, la belleza de su pensamiento ha sido fuente de inspiración y de reflexión política respecto de los deberes éticos implícitos en el servicio público. Utopía se ha convertido entonces en un concepto que hace referencia a aquellos valores morales que por la dificultad de su vivencia real con frecuencia se perciben como ideales, utópicos.

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