Aguascalientes

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El pasado mes de junio, los habitantes de la ciudad de México se manifestaron de manera silenciosa y contundente. La mejor muestra del grado de hartazgo, fastidio y náusea, como signos visibles y sensibles del ánimo social de los habitantes de la Ciudad de México ha sido el porcentaje de poco más de 76% de abstencionismo registrado en el D.F., ante la reiterada y absurda convocatoria para elegir a 60 de 100 iluminados mexicanos para integrar “el constituyente”. Así, con una evidencia tan clara que resulta enceguecedora los habitantes de la ciudad capital del país han hecho patente su descontento, han manifestado que no están satisfechos con el gobierno que tienen y no quieren migrar al impronunciable CDMX, por muy rosas que sean sus letras, y que además la pertinencia de ocupar unas horas o minutos de su descanso dominical para acudir a votar por un “constituyente” que a nadie le importa, ni necesita, en realidad no mereció la pena.

A este resultado vergonzoso, que contradice el más elemental sentido de democracia, han contribuido de manera significativa los reiterados abusos y violaciones a la libertad de tránsito impuestos por el programa “hoy no circula reforzado”, además de los consabidos embotellamientos, manifestaciones, bloqueos, baches, inseguridad, corrupción, impunidad, insuficiencia de transporte público, de agua, de alumbrado público, de recolección de basura y cuanto padecimiento y molestia urbana sea imaginable. Esta dinámica social tan ríspida, sentida y prolongada en el tiempo es mucho más eficaz para desalentar y molestar a la población que los cientos de miles de anuncios invitando a votar. Queda, por tanto, desmentida aquella afirmación, casi verdad sabida, respecto de la nutrida participación ciudadana en la capital del país, por tratarse, según se afirmaba, de personas más y mejor informadas.

Así las cosas, ocurre que entre Morena y el PRD obtuvieron poco más de un millón cien mil votos y con éstos, la mayoría de los escasos y nada representativos sufragios en la elección del constituyente, ni el PRI, ni el PAN, han logrado frenar el posicionamiento de las izquierdas unidas o divididas y de los grupos que las acompañaran y una vez más —y tal como ocurre desde hace 19 años— han sentado su bastión de poder en la ciudad capital del país, donde no ha habido alternancia, ni partido político que realmente les compita.

Una de tantas paradojas de esta reflexión consiste en advertir que la mayoría de los habitantes de la Ciudad de México no salieron a votar y con esa acción han cedido la plaza al PRD y a Morena; con o sin gorgojo. El vacío ciudadano de algo se llena y en las izquierdas se encuentran agrupados cientos de miles de votantes que con su credencial vigente, obedecen las órdenes de aquellos líderes que los agrupan, dándoles identidad social, sentido de pertenencia y todo tipo de promesas, dinero o amenazas. En el juego democrático es inevitable la conducción o la compra de votos, ningún sistema político puede pretender estar exento de fallas, y es necesario aceptar que éstas y no otras son las reglas que han marcado el rumbo político no sólo en la capital del país.

En el transcurso de los próximos meses, “el constituyente” habrá de dar a la Ciudad de México su constitución. Se trata de la expresión de la ley para la ciudad, teóricamente emanada de la voluntad mayoritaria, por presencia o por ausencia, y en consecuencia obligatoria para todos, será entonces que la constitución deberá regir la conducta personal y las relaciones interpersonales, como expresión de racionalidad, es decir, de libertad y de responsabilidad compartidas, sin embargo, es difícil que se cumplan los objetivos cuando el desinterés ciudadano es tan evidente.

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