Aguascalientes
Con ocasión del día mundial sin tabaco, que se celebró el 31 de mayo pasado, la Organización Mundial de la Salud, OMS, publicó un interesante y al mismo tiempo alarmante estudio donde, entre otros aspectos, señala que los efectos mortales del tabaco superan en el doble de incidencias a las muertes asociadas al alcoholismo, es decir, que por cada persona que fallece a consecuencia de la adicción al alcohol, fallecen dos por el vicio del cigarro.
En los resultados de su estudio, la propia organización refiere que cada seis segundos muere una persona en el mundo a consecuencia del tabaquismo, es decir, cada día mueren 14,600 personas en el mundo por esta razón. El consumo de tabaco es tan nocivo para la salud que según afirman los médicos expertos en el tema, se trata del único producto “legal” que termina con la vida de por lo menos del 50% de sus consumidores.
En México, la Secretaría de Salud reporta que al año fallecen 66,000 personas a consecuencia de enfermedades relacionadas con el consumo del tabaco, es decir, todos los días mueren poco más de 180 mexicanos víctimas del tabaquismo. En opinión de los expertos, la gravedad de estos datos en términos de vidas humanas y de costos sociales, debería motivar acciones de gobierno y de la sociedad civil más decididas, de manera que antes de avanzar, como de hecho ha sucedido en la despenalización o apertura al consumo de mariguana, debería atenderse este grave problema de salud pública, que principalmente afecta a los jóvenes.
De acuerdo con datos de 2011, se calculaba que en nuestro país, el número de adictos consumidores era de 21%, es decir, poco más de 24 millones de mexicanos están atrapados en esa adicción mortal; de ésos, cerca de 17 millones son varones y poco más de 7 millones son mujeres.
El grave e irreparable daño que el tabaquismo causa a la salud y a la economía debe ser atendido con mayor compromiso, precisamente porque la salud es un bien tan frágil e insustituible que debe ser protegido de mejor manera, y no solo con superficiales campañas publicitarias que se proponen desalentar el consumo. Con esas acciones en alguna forma se controla el avance de la epidemia, pero existe un amplio y desatendido segmento de adictos, ésos que presentan prevalencia y dependencia, es decir, resistencia a dejar la adicción, adquirida a través de largos años de continuidad en la conducta viciosa.
Las áreas de oportunidad que existen en nuestro país para desalentar el consumo de tabaco son enormes, por ejemplo, está la restricción de fumar en espacios públicos, ésta es una práctica vivida en muchas ciudades y países, sin embargo, en México solo se aplica de manera parcial. En muchos países de Europa, los impuestos al tabaco y su consumo son de poco más del 75% y las restricciones a la venta son múltiples, dificultando con estas acciones el acceso real al cigarro y en consecuencia se desalienta su consumo.
Un falso discurso libertario, plagado de argumentos inconsistentes, se esconde bajo las apariencias del derecho al consumo. Como es lógico, previo y superior a ese derecho existe el de la salud, y si determinadas conductas, en este caso el consumo de tabaco, afectan mortalmente a fumadores activos y pasivos, es claro que el pretendido derecho al consumo de tabaco en realidad no lo es, porque al ejercer los actos de fumar se lesiona el derecho a la salud del propio adicto y de todos los demás porque en términos de salud pública, los costos los pagamos todos.
Los expertos afirman que sobran evidencias científicas que demuestran de forma irrefutable que el cáncer pulmonar, bucal, de faringe, intestinos y estómago, lo mismo que las enfermedades cerebrovasculares y el infarto al miocardio son patologías incapacitantes y mortales vinculadas al vicio del tabaquismo, ¿bajo qué argumento lógico y racional una persona puede tener derecho a causarse este daño y causárselo a otros?
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