Aguascalientes

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En 1918, el presidente Venustiano Carranza (1859-1920) decretó que el 15 de mayo se celebrara el día del maestro, se pretendía dedicar ese día a honrar y reconocer el trabajo invaluable que realizan los maestros por la formación y la educación de los niños y los jóvenes.

Hoy, a casi 100 años del origen de la celebración, México vive —en muchos sentidos— una relación distinta y frecuentemente conflictiva con los maestros como principales agentes educadores y formadores de las nuevas generaciones de mexicanos. En el transcurrir de casi un siglo, el tono y el acento de este acontecimiento ha cambiado notablemente: del reconocimiento y agradecimiento, al enfrentamiento y la confrontación. En la actualidad, es evidente que la celebración ha perdido en gran medida el signo de exaltación y afirmación de los grandes valores morales e intelectuales que ellos transmiten y custodian, precisamente porque en la insustituible labor de los maestros reside la reserva de lo más valioso de la cultura nacional.

Una de las grandes asignaturas pendientes en torno del grave asunto de la educación en México, exige reconsiderar la deteriorada, y en ocasiones inexistente, relación entre los maestros y los padres de familia. Es preciso que nuevamente se estudien y se redefinan los límites y los contenidos de la parte de responsabilidad de ambos en la formación y educación de los niños y jóvenes. Hoy está en pleno ejercicio un gran programa de evaluación nacional del magisterio, y ese esfuerzo debe ser bien valorado y recibido, pero solo es una parte del problema, la otra es la falta de escuelas y en consecuencia de formación y preparación para el ejercicio de la maternidad y la paternidad como responsabilidades educadoras de los hijos.

En el origen de gran cantidad de casos de deserción y bajo rendimiento escolar, con frecuencia se advierte desinterés de los maestros o de los padres de familia o de ambos en el desarrollo y proceso de formación del niño, esta actitud provoca que se incremente la estadística de los resultados insatisfactorios al tiempo que los daños causados no impactan a quienes incumplen con su deber, sino a los niños y jóvenes que hoy se encuentran en proceso de formación y mañana la vida les exigirá habilidades, disposiciones, actitudes y conocimientos que en su momento no recibieron y en consecuencia no desarrollaron.

El proceso de preparar para la vida reside en la esencia de la educación, así entendida, la educación es una tarea de contenido ético de la que no pueden distanciarse quienes engendraron a los niños, ni aquellos que por vocación profesional realizan la delicada labor de formarlos.

El país que somos y el que seremos, se expresa en la educación de la población, los resultados insatisfactorios que todos advertimos en México, obligan a comprender que maestros y padres de familia forman un binomio inseparable. En mayo, celebramos a las madres y luego a los maestros, es necesario también celebrar la educación que ellos transmiten, y en esos actos de reconocimiento y evaluación es obligado hacer conciencia de que ningún esfuerzo por separado es suficiente, de manera que buenos maestros sin apoyo de los padres de familia o buenos padres de familia sin apoyo de los maestros, son formas incompletas e insuficientes de un esfuerzo formativo que solo es efectivo en la unidad.

Hoy que se pretende que las evaluaciones al magisterio nacional tengan efectos no solo salariales sino en términos de desarrollo de la carrera docente, habría también de estudiarse la forma de instruir  y evaluar para la maternidad y la paternidad responsables, precisamente  porque no puede ser exacta una medición si la unidad que mide ignora el binomio que la compone.

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