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El libertador y pacificador de La India Mahatma Gandhi, nacido en la ciudad costera de Porbardar en el noreste de La India, el 2 de octubre de 1869 y muerto a balazos el 30 de enero de 1948, afirmó en uno de los juicios que le siguieron por insubordinación al régimen inglés: He desobedecido la ley no por querer faltar a la autoridad británica, sino por obedecer a la ley más importante de nuestra vida: la voz de la conciencia.
La vida pública y el testimonio de coherencia de Mahatma Gandhi lo ubican en la historia del siglo XX como uno de los líderes morales más íntegros e incuestionados de todos los tiempos; su extrema austeridad y su profunda humildad lo fueron convirtiendo en el líder de un movimiento capaz de suscitar la independencia de su país. Con su testimonio de vida, con su presencia frágil y casi insignificante él convocó a un movimiento de dignidad que puso en marcha a millones de compatriotas en una modalidad de lucha social que se conoce con el nombre de activismo pacífico y de renuncia expresa a la violencia como vía para la reivindicación de derechos.
El sobrenombre de Mahatma le incomodaba por su profunda humildad, se lo atribuyó el poeta Rabindranath Tagore y quiere decir “gran alma”, y así es como se le conoció y pasó a la historia, como un hombre que a pesar de haber pertenecido a una familia cuya situación económica era próspera y favorable, tanto que le permitió graduarse de abogado en Londres, se impuso una extrema austeridad como forma de vida, más exigente de la que padecían los compatriotas a quienes liberó de la explotación inglesa, de manera que la fuerza de sus convicciones morales, como expresión de su ética pública, supliera la fragilidad de su presencia física. De obligada lectura es la obra que escribió durante su estancia en la cárcel en 1927, “Historia de mis experiencias con la verdad”.
La voz de la conciencia no se reduce a un código o catálogo de prohibiciones, mandatos y restricciones impuesto por quienes detentan la autoridad. La voz de la conciencia es un elemento insustituible de la inteligencia humana que permite hacer juicios certeros sobre el valor y la trascendencia de los propios actos antes, mientras y después de haberlos realizado, de manera que esa voz interior puede ser silenciada, pero los actos cometidos en contra de lo que advertimos como bueno o malo en cada momento de la vida configuran la persona que vamos forjando a fuerza de vivir, esto explica que Gandhi quebrantara la ley británica para obedecer la ley más importante, la voz de su conciencia.
El sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, de lo falso y de lo verdadero se encuentra en el centro mismo de la racionalidad humana. Desde luego la educación y la vida misma van ampliando y profundizando ese conocimiento que es un juicio de la razón y no una elección de la voluntad; así, a fuerza de querer o de mal querer, el valor moral de ciertas decisiones pudiera cambiar el juicio de la voz de la conciencia.
A lo largo de la historia del pensamiento, los estudiosos y autores de obras de ética, al referirse al tema de la conciencia como voz interior que pronuncia juicios, mencionan la existencia de tres reglas que deben ser conocidas y respetadas como parte fundamental de la ética personal, éstas son: hacer el bien y evitar el mal, no hacer mal para obtener bien y no hacer a otros lo que no queremos para nosotros mismos.
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