Editoriales

54 sanciones doradas, ¿y ya con eso?

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Hace unos días, finalmente se dio a conocer el dictamen conclusivo del estudio que el actual gobierno de la Ciudad de México solicitó a una empresa consultora francesa, experta en “metros”, para determinar qué motivó las fallas de la así llamada “línea dorada” del sistema de transporte colectivo de la capital del país, el Metro.
Como se recordará, esa obra fue presentada con el calificativo de emblemática de la gestión del entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de México Marcelo Ebrard; construirla tuvo un costo final de 24 mil millones de pesos, siendo necesario comprometer recursos federales y locales. Cabe señalar que el presupuesto inicial fue rebasado en 7 mil millones, esto significa, entre otras cosas, que esa línea le terminó costando a los habitantes de la capital, y desde luego a todo el país, la cuarta parte de lo que se supone costará el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.
En este recuento, es relevante la fotografía para la historia reciente del entonces Presidente Felipe Calderón, acudiendo a la inauguración, casi al final de su mandato, acompañado por Marcelo Ebrard, quien en todo el sexenio no asistió a los actos oficiales a los que fue convocado por la oficina de la presidencia, pero en ese momento ambos estuvieron en primera fila sonrientes, haciendo parte del recorrido inaugural como pasajeros.
La ciudadanía del D.F., sufrió como en pocas ocasiones las molestias de una obra que se extendió más del doble del tiempo previsto, afectando a millones de habitantes en sus viviendas y en sus negocios, en las arterias y vialidades comprometidas en el lento “avance de la obra”; así las cosas el feliz día de la inauguración llegó, pero menos de 18 meses después tuvo que ser suspendido su uso, al ponerse en evidencia el inusual deterioro de los rieles por fallas graves en su construcción y planeación, poniendo en peligro la vida de miles de usuarios todos los días.
En el informe de Systra, la empresa francesa que evaluó la “Línea Dorada” o simplemente la línea 12 del Metro, están documentadas poco más de 11 mil fallas, grandes y pequeñas en la planeación, diseño, construcción y operación de esta magna obra, emblema de la “ciudad en movimiento” como la calificó su entonces Jefe de Gobierno Marcelo Ebrard. Entre otras muchas observaciones que contiene el peritaje de Systra, se puede leer que existe grave falta de correspondencia entre las vías construidas y los ruedarrieles de los trenes, es decir, las vías construidas y los ejes de los trenes son de ancho distinto, esta falta de interfaz produce un deterioro acelerado tanto en los trenes como en las vías, haciendo evidente el peligro inminente de un descarrilamiento, con el consecuente riesgo de pérdida de vidas humanas. De hecho, día a día miles de usuarios ven afectadas sus vidas por el cierre —desde el mes de marzo— de una obra tan costosa y larga en su ejecución y desde luego tan inservible y ofensiva por la corrupción que sugiere.
La empresa que evaluó y emitió el peritaje afirma además que el peso de los trenes es absolutamente desproporcionado para la obra subterránea de vías que se realizó. Las vías no fueron hechas para resistir por largo tiempo la constante fricción y la presión que produce el peso de los trenes, en consecuencia, la “vida útil” de las vías y los trenes es muy reducida. Nadie en su sano juicio se propondría el traslado constante de elefantes en carritos de supermercado, así de absurdo resulta el fiasco de la “línea dorada” para los 400 mil habitantes del D. F., principales usuarios afectados, en un tramo que corre de Mixcoac a Tláhuac y desde luego para todos los mexicanos, una vez más engañados por políticos ineptos y corruptos.
Al hacerse públicos los nombres de los 54 sancionados, también se señaló que 33 de ellos serán inhabilitados para ejercer cargos públicos. Entre los principales responsables de este engaño dorado se encuentran nombres de personas cercanísimas al entonces Jefe de Gobierno, pero hasta hoy no se menciona al propio Marcelo Ebrard y no resulta razonable que el deber ético y jurídico de responder a los ciudadanos que gobernó y al resto del país por lo ocurrido durante su gobierno no le es naturalmente exigible.
El costo de reparar esta pifia dorada se calcula en cientos de miles de millones de pesos. Pero más allá de los procesos judiciales que se seguirán contra los responsables, la pregunta es obligada ¿quién y cuándo repararán el daño cotidiano a la calidad de vida de miles de usuarios perjudicados?, ¿de qué forma los ciudadanos afectados son resarcidos con esas 54 sanciones impuestas a los responsables? La inmensa corrupción en el uso de dineros públicos que sugiere el fiasco de la “línea dorada” una vez más exige que se atienda con seriedad el delicado asunto de la calidad moral de quienes al amparo de un cargo público hacen de la simulación y la impunidad un estilo de vida, dañando a todos los ciudadanos con su mal gobierno o desgobierno. No hay programa de gobierno que resista la irresponsabilidad y el cinismo, México y su pueblo tienen que cambiar de actitud y exigir transparencia y rendición de cuentas a los gobernantes; no es compatible el progreso que deseamos con la corrupción que toleramos.
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